sábado, 24 de agosto de 2013

Cambios

La vida esta llena de cambios. A la mayoría de las personas, estos suele generarles incertidumbres y miedos, pero para mi, la palabra cambio resulta atractiva e incluso excitante. Todo tiene un por qué. Supongo que el hecho de que sea capaz de echar raíces fácilmente en cualquier lugar al que voy hace que me guste experimentar la sensación de empezar de cero, de nuevo. Muchos dicen que eso es de valientes, de no tener miedo a nada, pero yo no lo creo así. No quiere decir que, como toda persona, no tenga mis miedos. Pero pienso que lo importante es saber plantarles cara, no dejar que te consuman y seguir adelante. Eso no es de valientes, es de saber aprovechar cada minuto de la vida.

Ahora estoy en uno de esos momentos de cambios. Cambios que quiero hacer en mi misma, cambios de aspectos de mi que quiero modificar, pulir, porque de un modo u otro, creo que voy a salir beneficiada. Quiero ser capaz de asumir mayores retos, y así me he embarcado en esta nueva aventura, una locura que necesitaba.

La escritura, esa loca pasión mía por las palabras, por los dobles significados que con ellas se pueden inducir, por la explosión de sentimientos que se pueden plasmar, por la libertad que se puede sentir, me ha cautivado desde niña. De un modo u otro, siempre he sentido que estaba ligada a ella, pero durante un período de mi vida lo había olvidado. Había olvidado lo que para mi significa, lo que siento cuando dejo que las palabras fluyan a través de un bolígrafo en una hoja de papel (sí, ya sé que suena raro en esta era de la tecnología donde vivimos, pero a mi me gusta lo clásico, sentir el contacto de mi mano sobre una hoja en blanco y llenarla de tachones cuando lo que surge de mi mente no me gusta). Había olvidado como la escritura siempre ha sido mi mejor medio para comunicarme, ese en el que soy capaz de expresarme fácilmente, ese al que siempre me he sentido conectado de algún modo. Por eso he necesitado parar. Parar de obligar a mi mente a devolverme ideas a marchas forzadas, parar de escribir por escribir sin mayor aliciente que el satisfacer a todos aquellos que, día a día, esperaban mis locuras plasmadas en palabras. Y no culpo a nadie, porque la única culpable soy yo, por haber dejado que la situación me sobrepasase hasta hacer que me saturase.

Tengo la mala costumbre de ser demasiado permisiva conmigo misma. De permitirme más de lo que puedo dar, de ponerme al límite, y luego pago las consecuencias de ello. El hecho de no saber decir un no a tiempo, pero no a los demás, sino decírmelo yo, me lleva a situaciones extremas. Yo misma me embarco de lleno en viajes que nunca sé cuando acabaran. Y aunque el comienzo de ellos son divertidos y lo tomo con ganas, llega un punto que necesito volver a casa, descansar.

Llevaba un tiempo que mi mente me decía que reiniciara mi cerebro, que tomara nuevos proyectos y aparcara los que había iniciado, para así, en un futuro, retomarlos con ganas. Pero fue necesario que me aconsejaran para que yo viese que ya había tomado la decisión, solo que no me había animado a dar el paso.

Por todo ello he decidido empezar de cero. Olvidar todo lo hecho hasta ahora y volver a tomar las riendas. Me he dado cuenta que lo más importante es sentirme cómoda con lo que hago, y cuando lo consigo, el resto viene solo. He decidido que quiero aprender y nutrirme de todas esas personas que pueden aportarme algo, antes de volver a embarcarme de nuevo, en algo importante, en algo de gran envergadura. Así que aquí estoy, en este pequeño rincón que me servirá de salvaguarda mientras sigo creciendo, donde dejaré mis pensamientos y todo lo que me venga a la mente para todos aquellos que quieran leerme.
Nos vemos en la próxima, bucaneros.

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